CORRUPTIO – CORRUPTIONIS.

Parece mentira que el asunto de las corruptelas, a salva y mansalva, a lo más que llegue sea a indignarnos. Hoy no hay conversación que se precie ni, por supuesto, tertulia digna de buenos tertulianos, que trate la corrupción como el mal de los males de nuestro tiempo. También hablamos de crisis, de crisis económica fundamentalmente, pero olvidamos con ligereza que nuestro país sufre una crisis de las gordas, crisis de valores, una CRISIS ÉTICA Y MORAL.
Y a todo ello asistimos como desde la barrera, como si la cosa no fuese conmigo o como si yo simplemente fuese víctima de tal atropello. Luego dirán que la corruptio es intríseca al ser humano, que forma parte de nuestra naturaleza, que el que no tenga pecado que arroje la primera piedra o que, “tonto el último”. Que no tenemos enmienda, como la jodienda. ¡Ay, qué lástima de pueblo! ¡No merecemos estos gobernantes! Y mira por donde, hablo con muchos y me dicen que eso de aprovecharse del cargo y robar esta muy mal, que todos son iguales,  pero… pero que si yo pudiera haría lo mismo. ¡Vale! A una amiga italiana le pregunté hace un par de años cómo era posible que Berlusconi siguiera gobernando o ganara elección tras elección. ¿Es cosa de su poder mediático y financiero? –pregunté, incrédulo. No, me respondió con rotundidad. La clave es ésta: más de la mitad de los italianos quieren ser como Berlusconi. ¡Booom, hundido!
Ojeo el diccionario, pa hablar con propiedad, vamos, y veo que “corrupción”, cuando se trata de organizaciones, especialmente las públicas, es una práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. ¡Vamos, pa mi, pa mi y to pa mi! Pero el problema no es este en tanto en cuanto la “práctica” está tan generalizada. El problema es un problema de toda la sociedad, un cáncer que se extiende desde la médula por esta España de inicios del XXI, a lomos de un potro desbocado llamado ultraliberalismo. Yo, yo y yo, y después yo. Competitividad, individualismo, enriquecimiento, consumismo,… Si miramos a Bárcenas, Baltar, Fabra, Urdangarín, Amy, los ERE de Andalucía, y tantos y tantos casos de corrupción, podemos caer el la depresión. Pero si miramos al pequeño corrupto que todos llevamos dentro quizá nos acordemos también de las chapuzas sin factura, de las facturas sin IVA, del trato de favor o de los favores que esperamos.
Nuestro país necesita una regeneración total, un rearme ético y moral. No bastará con cambiar la ley electoral, la de financiación de los partidos políticos o la de transparencia; ni con endurecer el código penal. Ni siquiera con conseguir que la justicia sea realmente igual para todos. No. Ni con más medios para la Agencia Tributaria o la Fiscalía Antiocorrupción. No. Tenemos una Constitución que es agua de borrajas, que hace aguas por todas partes y que es ninguneada por quienes nos gobiernan sin el más mínimo atisbo de rectificación. No. Tenemos a multitud de políticos que no creen en lo público, en el bien común, al frente de instituciones públicas (algo así como la zorra en el gallinero); al jefe de los empresarios despotricando, un día sí y otro también, de lo público y de los empleados públicos, con el único afán de hacer negocio con los servicios públicos, y de camino regresar a las prácticas laborales del XIX –o más atrás—; unos líderes de las grandes centrales sindicales que ya hace mucho tiempo se olvidaron de estar al lado de quienes peor lo están pasando en el mundo laboral y optaron por practicar un sindicalismo de compadreo –negociación lo llaman ellos—; unos medios de comunicación, por lo general, compinchados con el poder económico y financiero –que para eso les pagan—, amigos de sus amigos, en el entramado empresarial y político siempre escorado al centro-derecha, derecha, derecha; unos intelectuales que brillan por su ausencia; una jerarquía eclesial que no vive la radicalidad del evangelio, la denuncia profética y la buena nueva que encarna Jesús, el de Nazaret.
No quiero contagiar “el mundo fue y será una porquería, ya lo sé…” de Enrique Santos Discépolo, ni “la moderna moda moderada de lo Light” de Aute, pero, o pronto nos ponemos las pilas y dejamos de ser espectadores o este país va a quedar como un guiñapo durante muchos, muchos años. En las entrañas de nuestra sociedad existe un gran caldo de cultivo para la corrupción, y de ello TODOS tenemos parte de responsabilidad. ¿Qué estamos dispuestos a hacer?

Acerca de latidosdelcorazon

persona preocupada por las personas y por lo que pasa en este mundo
Esta entrada fue publicada en Pensamiento. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario